lunes, 27 de junio de 2016

Intensamente emocionales. Ana Isabel Fraga Sánchez


Cuando era pequeña yo creía que había algo que estaba mal en mi, que por alguna razón estaba “defectuosa”. Y es que mi forma de sentir no parecía entrar dentro de lo esperado. Los adjetivos como exagerada o dramática eran etiquetas que colgaban de mi cuello, etiquetas que yo sentía muy pesadas y que no me dejaban avanzar. Mi entorno me proponía “estudiar para actriz” en cuanto mostraba todo eso que llevaba dentro, o “convertirme en abogado” por tan intensa labia. Y hasta recuerdo con claridad lo que siendo adolescente un amigo me dijo: “Siendo así nunca serás feliz”. Una sentencia en toda regla que en aquel entonces sentí como un cuchillo rasgándome el corazón y que confirmaba esa creencia de que había algo mal en mí. En resumen, era (y soy) emocionalmente intensa.

Me sentía tan mal por ser como era que traté de aprender a tragarme todo eso. Sí, a tragármelo, con la consiguiente indigestión emocional. Porque como mucho más tarde aprendí, las emociones deben aceptarse y gestionarse, nunca tratar de ignorarlas, aplastarlas, negarlas o tragárselas. Me convertí en una pequeña olla a presión emocional que seguía sintiendo con la misma intensidad y que acumulaba y acumulaba cada vez más, acompañada, eso sí, por la constante sensación de que algo iba verdaderamente mal en mi, que no era muy normal, que era rara. O quizás que no había nacido con la capacidad para derrotar todas esas emociones.

Mis preguntas iban en aquel entonces (y fueron así hasta llegar a los primeros años de la edad adulta) en la dirección de: ¿Por qué tengo que ser así? ¿Por qué todo me afecta de este modo? ¿Hay algo dentro de mi que está mal? ¿Me falta algo? ¿Por qué los demás sí y yo no? Eran preguntas que me llevaban al desprecio por mi misma, a la autocrítica feroz, a la culpa y al castigo autoimpuesto. Resumiendo, al dolor. Lo que como ya habréis concluido no hacía sino aumentar aún más la presión.

Me sentía como pez revolviéndose fuera del agua, tal cual, por semejante lucha interna. Mis preguntas encontraban respuestas que siempre me hacían daño. Pero un día, sentada en al autobús totalmente enredada en mis pensamientos, me hice una nueva pregunta que inició todo mi camino: ¿Y si lo que ocurría es que no me estaba haciendo las preguntas correctas? ¿Y si no era cuestión de buscar la respuesta a las preguntas que siempre me había hecho, sino que era cosa de buscar nuevas preguntas?

Esa fue la puerta que abrió todo un mundo.

Intuía que había algo en todo esto de las emociones que no me habían contado, así que comencé a investigar. La primera sorpresa fue enterarme de que las emociones había que expresarlas. Rauda y veloz, sintiéndome un tanto eufórica por aquel descubrimiento que derribaba parte de mi dolor por ser como era, lo leí en mi entorno: "No estoy de acuerdo con eso", recuerdo que me contestaron

Pero los libros, para mí, siempre han sido fuente de sabiduría y seguí adelante. Afortunadamente, para cuando mis hijos nacieron conocía ya muchas más cosas del mundo emocional, pero ellos me enseñaron más, mucho más (y lo siguen haciendo). Los dos tienen esa fuerte sensibilidad y nuestra casa es un hogar de “intensidad alta”. Así que tuve que estudiar aún más, para aprender ya no solo a manejar de forma efectiva y saludable mis emociones, sino también a ayudar a los niños a manejar las suyas y a trabajar por lograr que tres intensidades encontrasen no solo el equilibrio, sino que lográsemos sacar habilidades increíbles de ahí, porque ser intensamente emocional no es un hándicap, ser intensamente emocional no es una tara, ser intensamente emocional no es un defecto.

Por eso hoy que os estoy abriendo en canal mi corazón quiero compartir con vosotros los convencimientos a los que he llegado y también todas las pautas e ideas que usamos en casa, por si a algunos os pudieran servir.

Mis convencimientos:

- Ser sensible, incluso altamente sensible, no es ser débil sino todo lo contrario. Realmente creí durante mucho tiempo que sensibilidad y debilidad eran un sinónimo, pero un día me di cuenta de que no era cierto, porque cuando sientes con esta intensidad (para lo bueno y para lo malo) es necesaria una gran dosis de fortaleza y de valentía. Quien no siente de esta forma no necesita tanta fortaleza ni quizás recurrir a esa valentía con tanta frecuencia.

La intensa sensibilidad es la creadora más potente que existe. El arte en cualquiera de sus formas no sería lo que es. Y las personas altamente sensibles necesitamos expresar todo cuanto llevamos dentro, no importa si escribiendo, pintando, esculpiendo o creando cualquier otra forma de expresión. He descubierto que en muchísimos casos esa expresión ayuda de algún modo a los demás. Que aporta algo importante.

Es esta capacidad de sentir la que nos hace verdaderos apasionados y perseguidores de sueños, muchas veces encaminados a ayudar a otros por la empatía que podemos llegar a sentir. Tenemos la fuerza para cambiar las cosas, para hacer de este un mundo mejor, y tenemos esa fuerza porque emana de nuestras emociones, que es el núcleo de los actos que nos hacen auténticos.


No dejes que nadie te convenza de que sentir como sientes es algo que debes cambiar, anular o sesgar. Tus emociones son realmente valiosas, mucho más de lo que puedas imaginar.

Tan solo tienes que aprender un poco más sobre ellas para convertirlas en tus aliadas. Así que ahora voy a contarte todo cuanto creo que debes saber (al menos para comenzar) para que puedas transmitírselo a tus pequeños intensos 


Ideas sobre tus emociones:

TODAS LAS EMOCIONES ESTÁN BIEN: Sí, sí, todas y cada una de ellas. No hay ninguna mala, ni hay ninguna que tengas que dejar de sentir. No eres malo por sentir ira, odio, envidia o lo que sea. Tienes derecho a sentir todas y cada una de las emociones. Otra cosa es lo que hacemos con ellas.

EMOCIÓN ES UNA COSA, ACCIÓN (COMPORTAMIENTO) ES OTRA: Es cierto que van de la mano, pero podemos escoger la acción/comportamiento sintamos lo que sintamos. Por eso la próxima vez que sientas algo que no te agrada mira tu emoción y permítele estar ahí. Es normal sentirlo (sea lo que sea), está bien sentirlo (sea lo que sea).  Luego escoge cómo actuar. Y si se trata de tu hijo que aún no sabe manejar toda esa emocionalidad trata de atender primero eso, su emoción, sin juzgar nada de lo demás. Empatiza con él y con lo que siente. Después, cuando todo ese huracán haya pasado, ya te sentarás a hablar sobre qué podéis hacer para mejorar el comportamiento.

NO HAY EMOCIONES BUENAS O EMOCIONES MALAS: En todo caso hay emociones agradables y desagradables, pero quitémosles ya ese San Benito de bueno/malo.

TODAS LAS EMOCIONES NOS TRAEN MENSAJES Y TIENEN GRANDES TESOROS OCULTOS: Así como lo oyes, todas tienen tesoros que si sabes ver pueden enriquecerte emocionalmente, y mucho.


¿Quieres conocer algunas emociones? ¡Pues vamos a ello!

La Tristeza es ese estado nada agradable en el que tu energía baja tanto que no tienes ganas de nada, lo que ocurre a tu alrededor queda como un poco en segundo o tercer plano porque parece que nos metemos dentro de nosotros mismos… Es ese aislamiento temporal y ese aletargamiento el que te permitirá sanar las heridas de tu corazón, el que te dará el espacio para reflexionar, para conectar contigo mismo, con tu esencia y autenticidad. Si aceptas este tesoro y te dejas llorar, sentir, reflexionar y contactar contigo en esa zona tan profunda de tu ser, la alegría volverá y habrás aprendido mucho.

El miedo que está ahí siempre atenazándote, haciéndote pequeñito, es solo un “padre” preocupado y muy pesado que quiere advertirte de todo lo malo que puede ocurrir. A veces (muchas veces) es terriblemente charlatán y muy pero que muy imaginativo (además de un tanto catastrofista), pero su intención no es mala porque solo quiere protegerte. Así que verle así, como ese padre exagerado y preocupado, nos ayuda a aligerar todo lo que nos dice. Mira su aprendizaje, ¿qué te está pidiendo en realidad? Te pide que te prepares, que seas cauto…Escucha con respeto lo que viene a decirte pero mira más allá (a esa petición de seguridad, de preparación…) pero después haz lo que tengas que hacer. Cógele de la mano y sigue adelante. Solo si le coges de la mano y le animas a seguir contigo dejará de darte mucho la lata.

La ira es eso que sentimos cuando algo no nos ha gustado nada de nada, cuando se ha traspasado algún límite que considerábamos importante. Puede ser altamente destructiva si dejamos que guíe nuestros actos, pero si la conocemos sabemos que trae consigo una energía desbordante, una fuerza que bien guiada puede ayudarnos a luchar por lo que consideramos justo con arrojo y valentía. Podemos usar ese volcán con sabiduría y sacar de él toda esa fortaleza. Ese es el tesoro que encierra. Y si esa fuerza es demasiado poderosa para controlarla, retírate, respira hondo y jamás trates de solucionar nada en ese momento.


¿Qué hacer cuando en nuestra casa hay tanta intensidad emocional?            
No es nada fácil lidiar con esto y algunos días son realmente complicados, así que necesitamos de una buena "caja de herramientas” con las que contar y que nos facilitarán un poco más las cosas, ayudándonos además a entrenar con los niños habilidades que les servirán para toda su vida. Aquí van algunas de esas herramientas:

ATENDERSE A UNO MISMO CON DILIGENCIA Y CUIDADO: Sí, es la primera herramienta. No puedo decir que sea la más valiosa, pero sí puedo decir que sin esta las demás puedes darlas por inútiles porque no tendrás ni las ganas, ni la paciencia ni la fuerza para ponerlas en marcha y porque además el trabajo que hagas sobre ti mismo es un ejemplo (y un regalo) para tus hijos, mucho más potente que cualquier consejo que puedas darles. Esta atención diligente y cuidadosa consiste en lo siguiente:
- Autocompasión, tratándonos con cariño y amabilidad cuando metemos la pata o las cosas no nos salen como esperábamos. Este tema de la autocompasión me parece vital y hay que dedicarle esfuerzo, pues la mayor parte de nosotros está “entrenado” en el autocastigo y la autocrítica feroz. Reconoce tus errores como parte de tu humanidad, como parte del proceso de vivir. No son fracasos, sino escalones en el aprendizaje.
- Ten el valor de ser imperfect@, o sea, deja la perfección a un lado. Porque no hay nadie (NADIE) que sea perfecto. 
- Aprende a conocer y manejar tus pensamientos, teniendo la certeza de que tú no eres tus pensamientos. Aparta los debería, tendría que… y cámbialo por escojo, me gustaría… Analiza los mensajes negativos que te dices y ponlos en tela de juicio. 
Bucea en tus creencias limitantes, es decir, aquellas que te impiden seguir adelante, o perseguir aquello que quieres. Cuestiónalas.  Si te hacen daño no te sirven, deshazte de ellas. 
- Aprende a conocer y gestionar tus emociones sin negarlas. Ya sabes, aceptándolas y viendo qué hacemos luego.
-  Pon atención a tu cuerpo (alimentarse con aquello que nos haga sentir bien, movernos…)
- Aleja de tu vida, por tanto, la tan extendida mentalidad del sacrificio. Aquella que nos deja en el último lugar de la lista (o fuera de la lista directamente), que nos dice que debemos dar sin medida y nunca pensar en nosotros. Cambiemos esta mentalidad por otra que ofrezca a los demás desde nuestro equilibrio y nuestro bienestar.

NOMBRAR LAS EMOCIONES DEL NIÑO: Esto que parece algo casi tonto es vital. Y es que si os paráis a pensar, seguro que sabéis de muchos adultos que no saben decir cómo se sienten. “Me siento mal”, es todo lo que consigues arrancarles, pero no saben realmente qué es aquello que están sintiendo. Y conocer lo que sentimos es el primer paso.

CONECTAR Y EMPATIZAR CON LO QUE ESTÁ SINTIENDO: Habitualmente tendemos a corregir al niño en cuanto ocurre algo, pero una buena herramienta es tratar de conectar con él, con lo que siente, antes de nada, dejando cualquier corrección o búsqueda de solución para el momento en el que las emociones que acompañaron a todo eso no estén en un momento álgido, es decir, para cuando esté más tranquilo. Y podemos conectar de diversas maneras:
-          Quedándonos a su lado sin más
-          Ofreciéndole un abrazo para que se sienta mejor.
-          Contándole que sentirse así es normal y que a ti también te pasa.
-          Preguntándole cómo se siente y dejando que se exprese sin juicios.
-          Decirle que seguramente en su lugar tú te sentirías del mismo  modo (si es que así lo piensas)

APRENDER A ENTENDER CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO EN MOMENTOS DE EMOCIONALIDAD INTENSA: Brevemente y sin entrar en mucho detalle diré que cuando sentimos emociones muy intensas, la parte de nuestro cerebro más primitiva (el cerebro inferior y concretamente la amígdala) toma el control y anula momentáneamente esa otra parte con la que tomamos decisiones, con la que planificamos, con la que controlamos lo que decimos o expresamos. Así que por eso es inútil tratar de razonar ni es conveniente tratar de solucionar nada en esos momentos. Mejor esperar siempre a que vuelva la tranquilidad.

ENSEÑA A TUS HIJOS A EXPRESAR LO QUE SIENTEN EN LUGAR DE REACCIONAR HACIENDO LO PRIMERO QUE LES SALGA: Lo primero es siempre aprender a nombrar las emociones, como decía anteriormente, y con paciencia (mucha paciencia), tratar de enseñarles a decir “estoy muy enfadado, no me gusta que me cojas mis juguetes sin permiso, y quiero que me los pidas siempre antes de cogerlos”, por ejemplo.

Por supuesto llegar a esto no es cosa de dos días y en los más pequeños nos contentaremos con ayudarles a nombrar sus emociones y ser un ejemplo de cómo reaccionar ante ellas. Poco a poco irá calando y dará a los niños alas para, por un lado, aceptar lo que sienten sin hacerse daño a sí mismos por el mero hecho de sentir y, por otro lado, les ayudará a no tragarse sus emociones y a expresarlas de una forma saludable.

SÉ EJEMPLO: No de perfección, sino de humanidad. Sé ejemplo expresando con respeto lo que sientes y lo que quieres, tratando de calmarte antes de tratar de solucionar, tomando tus emociones como algo natural, reconociendo tus errores cuando metas la pata y buscando soluciones cuando algo no vaya bien.

MANTENER LA CALMA CUANDO EL NIÑO ESTÁ DESBORDADO: No solo porque desde luego podremos actuar mejor, sino porque a través de las neuronas espejo (un descubrimiento fascinante que demuestra la existencia del “contagio emocional”) conseguiremos contagiar esa tranquilidad. Para llegar hasta aquí hace falta mucha práctica, pues el “contagio” suele ir al revés, es decir, solemos contagiarnos de ese desbordamiento. Pero ser consciente de ello es el primer paso para modificarlo. Aún así, por favor, recordad (e incluso ponéroslo en una nota en alguna parte visible), que no siempre saldrá bien. También es un entrenamiento para nosotros y un aprendizaje (acompañado de un primer “desaprender” lo que siempre hemos visto y hecho). No somos perfectos, así que nada de castigarse. Siempre es mejor aprender de ello.

Con estas ideas el ambiente en casa se irá modificando de forma paulatina, mientras todos vais aprendiendo nuevas formas de hacer y de entender las emociones. Pero aunque no es un proceso rápido sí que es un proceso que dotará de herramientas fabulosas a nuestros hijos para afrontar la vida desde una perspectiva saludable, empoderadora y motivadora, generadora de la creencia “Soy válido tal y como soy”, una base increíble para caminar por la vida.



Autora: Ana Isabel Fraga
www.anaisabelfraga.com